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El yoga, mi vida



En mi publicación anterior conté cómo fue que di primeras clases de Yoga, o mejor dicho, quién fue mi primera alumna.


Luego de unos diez años de práctica casi constante del Yoga fue que decidí dar mis primeras clases. En un principio esas primeras clases fueron en un parque, los fines de semana. Para promocionarlas pegaba algunos carteles en lugares estratégicos, poniendo el lugar, la hora y mi número de teléfono, y empecé con algunos pocos alumnos, algunos constantes, otros no tanto. Luego en el trabajo que tenía en la semana no me renovaron el contrato, es decir, despedido de una manera light.


Fue un momento critico para mí, yo ya no quería trabajar como empleado, tener un horario, pero necesitaba algo con qué vivir, de modo que decidí entrar de lleno a enseñar Yoga, "si otros lo hacen, por qué yo no", me decía.


De ese modo amplié mis horarios de clases, alquilé un espacio muy barato que era mi shala en algunos momentos de la semana, de resto era destinado para clases de baile y otras cosas. Así, poco a poco, fui asentándome en las clases de Yoga, dando clases en el Jardín Botánico de Mérida, todos los sábados en la mañana, religiosamente. Alquilando otro espacio, en el que incluso dirigí y contraté a otros instructores.


Adicionalmente había empezado a dar terapias de masoterapia (masajes relajantes), así que, en cierto modo, tenía un trabajo estable, independiente, amando lo que hacía...


Todo llegó a complicarse cuando la crisis económica, social y política en mi país, Venezuela, empezó a intensificarse. La hiperinflación, la devaluación de la moneda, la escasez de comida, y muchos factores más hicieron que la vida se hiciera cada vez más difícil, y por supuesto mis clases y mis terapias fueron seriamente afectadas. Tuve que tomar otros trabajos menores para subsistir.


Cuando llegué a España, en enero de este año, tenía la intención, en principio, de sólo quedarme un par de meses y luego regresar, pero no tenía previsto quedarme, había muchas cosas que aún necesitaba hacer en Venezuela, pero una vez que se establece el Estado de Alarma por la pandemia no me fue posible regresar, y ahora no es buena idea volver, la crisis se ha intensificado aún más.


Ahora estoy como en mis inicios, empezando a dar clases de Yoga en un Parque, sin que me conozca casi nadie, en una ciudad aún un poco extraña para mí, pero teniendo la plena confianza en mí, en mis capacidades, en mi experiencia, que poco a poco, gota a gota, sé que saldré adelante. Sé que será arduo y lento, incluso habrá momentos de frustración, que los he sentido, pero estoy consciente que una clase llena con veinte personas no será muy pronto, sin embargo me veo en pocos meses dando clases a reventar, bajo los árboles del Parque Turia.


Debo agradecer a mucha gente que me quiere, que tiene confianza y que me ha apoyado infinitamente.


Y gracias a ti, desde luego, que me has leído.

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